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BLOG DEL LAICADO TRINITARIO DE VALDEPEÑAS

Espiritualidad

préstale calor al frio

préstale calor al frio

Préstale calor al frío
por Alberto Fernández del Palacio
El sol calienta con fuerza nuestras vidas desde hace varios meses. Aunque cada vez menos cruel, el invierno castellano siempre fue frío, castigador. Pero el color de los parques insinúa ya una primavera que avanza sublime, en busca del verano. Otro verano.
Seguro que más caliente aún que el anterior. Y sin embargo, experiencias mías vividas otros años, precisamente en esta estación del año, me obligan a creer que muchas vidas, a no mucha distancia de mí, permanecen estancadas en duro, gris invierno. Niños y jóvenes. Hombres y mujeres. En esta época, sus pies pisan adoquines que arden; sus pieles sudan como las de cualquiera que se atreva con una tarde de agosto; por más agua que beben, sus bocas parecen no poder dejar de tener sed. Y sin embargo, sus corazones están fríos, aunque aún laten; sus horas parecen congeladas, pero aún se esfuerzan por derretirlas; sus sueños parecen muertos, pero todavía se atreven a soñarlos. Debe de ser una contradicción frustrante, ésa de sentirse tan asfixiantemente caluroso por fuera, y tan decepcionantemente helado por dentro. Supongo, pues por suerte nunca fui inmigrante con dificultades. Pero ellos sí, y ellos son los que merecen mis calores.
Fue hace ya cuatro años que decidí pasar quince días de mi verano en Burgos, colaborando en el proyecto ATALAYA de atención al inmigrante. Había terminado poco antes el primer curso de la carrera, y muy merecidamente me disponía a disfrutar de tres meses de descanso. Pero ocurrió que se cruzó esta propuesta en mi horizonte, y entendiéndola como parte de mi ocio, me acogí a ella. Fue al final de aquellos días en la capital del Cid cuando descubrí que cada día había sido más agotador que el anterior, pero también comprobé que cada noche me acostaba más exultante, con más vida prestada. Mi cansancio, que a otros descanse...
Disfrutar de este regalo tan étnico no fue incompatible con las usuales vacaciones en el mar o en la montaña, en familia o con amigos. Para todo hay momento. Sólo hace falta desear lanzarse. Ésta es la cuestión. Lanzarse de cabeza a una realidad que difícilmente cabeza alguna comprende. Emplear unas horas en mirar a los ojos de quien todo lo observa con pena y decepción. Esforzarse en comprender palabras que apenas se entienden. No dudar en regalar sonrisas a quién hace tiempo nadie regala nada. Permitir que el llanto del otro resquebraje mi corazón si, al compartir el momento, la herida en el suyo supura menos. Que la temperatura del joven dispuesto sirva para calentar las vidas de aquellos a quiénes la suya les arde, ardor de dolor. Que el termómetro de estos hermanos nuestros ganen grados en este verano, tan sólo porque alguien estuvo atento a concedérselos. Que las vidas afortunadas no duden en abrazar con amor a las más desgraciadas. Amor, única fortuna.
No soporto aceptar que todo esto sea sólo tarea de verano. Pero mucho menos imaginar que nada de esto ocurriera en ningún mes del año.
Son presos faltos de conversación. Son prostitutas con respeto robado. Son indigentes escasos de dignidad. Son inmigrantes necesitados de inserción. Sean quiénes sean, son vidas frías pese al calor del sol. ¿Tú, yo, nosotros? Les acercamos calor, que no calienta del todo, no, pero que alivia mucho ese corazón. Calor. Corazón. Dios.

¿Quién nos convierte?

¿Quién nos convierte? ¿Quién nos convierte? Al comenzar la cuaresma se nos invita a la conversión. Pero eso no es un empeño voluntarista, ni un cúmulo de propósitos que uno mismo tenga que lograr. Es Dios quien nos convierte, cuando le dejamos. Es Dios quien transforma nuestras vidas y les da hondura y plenitud. Es Dios quien nos hace madurar y crecer, asumir la vida con toda su complejidad. El Dios que, infatigable, está trabajando en cada uno de nosotros… 1. Un Dios que modela mi barro. “Cuantos se dejan llevar del Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y no habéis recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos permite gritar: Abba, Padre” (Rm 8,14-15) 

He cambiado mucho en la vida. Desde que era pequeño hasta hoy. He conocido gentes, he compartido historias, he tenido aciertos y algún que otro descalabro. Y ahora soy consciente de que cuando te he dejado acunarme o sacudirme, cuando he dejado que tu palabra llegue hasta mis entrañas, entonces tú me has cambiado. Pero soy lento, y a menudo sordo o perezoso para Ti. Me atasco en mil dinámicas que no me dejan vivir a tu manera. Me veo débil, a veces necio… Menos mal que sé que tú no te cansas de modelarme, que me vas transformando con manos firmes. Tú sabes a dónde me quieres llevar.

 

Preguntas para la Reflexión Personal:

 

-         ¿Dónde me veo necesitado de conversión?

-         ¿Dónde siento que Dios trabaja en mí?

 

2. Un Dios que recrea el Mundo…

 Mirar cómo Dios habita en las criaturas… y en el ser humano dando entendimiento. Y también habita en mí, dándome ser, animándome, haciéndome sentir y comprender, y viviendo en mí… (Ejercicios Espirituales, n. 235) Y al tiempo soy consciente de que vas tocando otras vidas, otras historias, otras gentes. Y en ocasiones me reconozco en otros rostros, y me siento cercano a otras vidas, porque sé que detrás de todos estás tú, uniéndonos, trabajando en cada ser humano, sin rendirte con nadie, porque crees en todos. Tú trabajas en aquellos a quienes quiero, y también en aquellos que me hacen sufrir. En los cercanos y los lejanos, en las víctimas y los verdugos. Tú trabajas incansablemente, siembras en cada uno de nosotros la semilla de tu amor. Ayúdame a mirar el mundo siendo consciente de que tú lates en El, y de que, imperceptiblemente, vas poniendo luz en cada vida. Preguntas para la Reflexión Personal: -         ¿Miro al Mundo intuyendo que Dios lo está transformando?-         ¿Dónde hay destellos de Dios?    

Oración:

 I. Sigue curvado sobre mí, señor
remodelándome,
aunque yo me resista.

¡Qué atrevido pensar que tengo yo mi llave!
¡Si no sé de mí mismo!
Si nadie, como Tu, puede decirme
lo que llevo en mi dentro.
Ni nadie hacer que vuelva
de mis caminos
que no son como los tuyos.
Sigue curvado sobre mí
tallándome
aunque, a veces, de dolor te grite.
Soy pura debilidad, -Tu bien lo sabes-,
tanta, que, a ratos,
hasta me duelen tus caricias.

Lábrame los ojos y las manos,
la mente y la memoria,
y el corazón,- que es mi sagrado-,
al que no Te dejo entrar cuando me llamas.
Entra, Señor, sin llamar, sin mi permiso.
Tu tienes otra llave, además de la mía,
que en mi día primero Tu me diste,
y que empleo, pueril, para cerrarme.
Que sienta sobre mí tu “conversión”
y se encienda la mía
del fuego de la Tuya, que arde siempre,
allá en mi dentro.

Y empiece a ser hermano,
a ser humano,
a ser persona.
 II.¡Qué paciencia, Señor, sobre Tu mundo,
que nosotros tratamos, mal-tratamos,
como si fuera nuestro,
del primero que llegue, el más astuto,
o el más ladino,
o de aquel o de aquella, a quien no duele
pisar a los demás, como se pisa
la uva en el lagar,
o una hormiga, o un escarabajo.
Sigue vuelto, Señor
con tu sol y tu lluvia
para todos,
para buenos y malos,
pacientes y violentos,
víctimas y verdugos,
lloviendo y calentando
esta tierra que somos.
Sigue haciendo germinar
en todos
la semilla que eres
¡Que la hagamos crecer,
sin desmayarnos,
entre tanta cizaña!
Y que dé de comer a mucha gente
pan tuyo y pan nuestro
el que de Ti hemos aprendido
a ser
multiplicándonos.
(de “Conversión”,
Ignacio Iglesias, sj)
   

Reflexión para el Tema de la Oración de los Viernes. La Cuaresma es tiempo de Reconciliación

Reflexión para el Tema de la Oración de los Viernes. La Cuaresma es tiempo de Reconciliación Reflexión para el tema de la Oración: “Si aceptas perdonarte, perdonarás”. 

Perdón y reconciliación se complementan. Y sin embargo tienen distinto significado. En su origen griego la palabra “perdón” significa despedir, dejar libre, absolver. La palabra latina dimitiere significa lo mismo. El perdón se relaciona siempre con una culpa con el significado activo de cancelar, liberarse, arrojar de sí y deshacerse de algo. Reconciliciación significa calmar, apaciguar, atraer las voluntades opuestas, restablecer la armonía y concordia. Es decir, reconciliar es como un paquete de intentos por acercar unos a otros. Por la conversión y diálogo se llega al acercamiento entre socios, que pueden allanar desavenencias y crear paz. Entonces se llega a la más intensa cercanía del beso, sello de acuerdo entre varios. Pero en la reconciliación no sólo se acercan los hombres unos a otros sino también a Dios. Todo hombre puede reconciliarse consigo mismo y darse un beso de paz. La palabra latina reconciliare significa restablecer, reunificar, facilitar un nuevo acercamiento. Se refiere, por tanto, principalmente a la nueva comunión de los hombres entre sí y con Dios. No hay reconciliación sin perdón y el perdón tiene como finalidad la comunidad de vida reconciliada.

 

En la Biblia.

 

El Dios perdonador.

 

Aunque parezca mentira, ya el Dios del Antiguo Testamento es esencialmente un Dios perdonador. El hombre recae fácilmente en el pecado, traspasa los límites de los preceptos divinos y se pierde en la maraña de su propio mundo.

Donde se ve claramente esta faceta de Dios en el pueblo judío, pues él tiene en su historia repetidas experiencias de alejamiento de Dios y de inclinación ante los ídolos. Los salmos describen la historia de Israel como una constante de alejamiento e infidelidad de Dios. Acaba de intervenir Dios para remediar con estupendos prodigios las necesidades del pueblo en el desierto, y el pueblo se rebela otra vez como un niño caprichoso que quiere siempre más. Y vuelve las espaldas al Dios que le salva. Moisés reconoce la tozudez y dureza de cerviz de ese pueblo. Pero se dirige una vez más en oración confiada a Dios que les ha revelado su perdón (Ex. 34, 6-7).

Jesús no sólo anunció a los hombres el perdón de su Padre sino que él mismo perdonó con el poder de Dios. Jesús confirma su plenitud de poderes para perdonar pecados cuando cura al paralítico. El perdón de los pecados y la enfermedad tienen interrelación. En este caso el evangelista Mateo ve frecuentemente en la enfermedad una consecuencia del pecado. Para él no basta curar los síntomas de la enfermedad. Es necesario también perdonar el pecado, que está en la base de esa enfermedad, para que el enfermo recupere verdaderamente la salud y pueda reincorporarse a la vida diaria.

Es imposible orar como Jesús nos enseñó sin una sincera disposición de perdonarnos mutuamente las ofensas.

Tenemos que reconciliarnos, como dice Pablo, primero de nuestros pensamientos, tiene que haber una reconciliación previa de nuestros pensamientos si queremos perdonar a los demás. Debemos examinarnos sinceramente  para ver si conservamos algún tipo de rencor. Con resentimientos en el corazón es imposible orar. Sólo después de habernos liberado de  sentimientos negativos del rencor es cuando podemos intentar, en la medida de lo posible, acercarnos a aquellos con los que estamos en conflicto.

Después, tengo que reconciliarme con mi enemigo de dentro, con el enemigo interior. Mientras estoy de camino siempre me acompaña mi sombra, lo negativo que llevo, mi enemigo interior. Pueden ser mis faltas, mis debilidades, mis tendencias reprimidas, mis necesidades insatisfechas. Con todo esto tengo que reconciliarme cuando estoy yo de camino.

  

14 de Febrero: Día de San Juan Bautista de la Concepción.

14 de Febrero: Día de San Juan Bautista de la Concepción.

En este año que se cumple el 60 aniversario de la restauración y vuelta de los Trinitarios a Valdepeñas, hagamos memoria de algunos recuerdos del Reformador de la Orden Trinitaria y de este querido pueblo manchego en el que nació la Reforma Trinitaria.

Juan Bautista, llamado en el siglo Juan García Rico, nace el 10 de Julio de 1561 en Almodóvar del Campo. Es un pueblo manchego de la provincia de Ciudad Real que entonces contaba con unos 4.000 habitantes.

Y es en Valdepeñas (Ciudad Real) donde se establece la primera comunidad de trinitarios descalzos. Con el breve Ad militantes Ecclesiae (1599) el papa Clemente VIII da validez eclesial a la Congregación de los hermanos reformados y descalzos de la Orden de la Santísima Trinidad, instituida para observar con todo su rigor la Regla de san Juan de Mata.

Juan Bautista de la Concepción fundó 18 conventos de religiosos y uno de religiosas de clausura. Vivió y transmitió a sus hijos un intenso espíritu de caridad, oración, recogimiento, humildad y penitencia, poniendo especial interés en mantener viva la entrega solidaria a los cautivos y a los pobres. La relación de los trinitarios con la Trinidad, como centro vital y fuente de la caridad que redime, es un tema central en sus vivencias y enseñanzas.

Aunque poco conocido, Juan Bautista de la Concepción está en la constelación de los grandes escritores místicos españoles del siglo de Oro. La Biblioteca de Autores Cristianos (la BAC) ha publicado cuatro grandes volúmenes de su obra. Se trata de un autor con una deuda histórica, pues si bien tiene el puesto que se merece en los altares, no se le ha colocado aún en la hornacina del altar de la literatura espiritual que le corresponde.

En la obra literaria de Reformador trinitario se encuentra toda clase de materias espirituales. Su personal vivencia de la unión mística le dicta profundos tratados sobre la unión con Cristo, los dones del Espíritu Santo, la experiencia de la cruz y el conocimiento espiritual Su doctrina espiritual se orienta a la unión personal con Dios Trinidad, presente en lo más profundo del alma. Para él la perfección está en abandonarse al amor transformante de Dios. La santificación del creyente es el proceso de asimilación a Cristo crucificado. Cristo es nuestro ideal, nuestro camino; su cruz, nuestra cruz, es la fragua de la santidad. Juan Bautista de la Concepción es un escritor original y profundo en las ideas, popular y rico en la expresión. Tiene una prosa armoniosa, con largos periodos, tintada de humor, de anécdotas, de ejemplos y referencias al reino vegetal, mineral y animal. Domina y conoce a los santos padres de la Iglesia y la Biblia y es su referencia obligada y constante. Quien se adentra en los surcos de su obra literaria fácilmente descubre una simbiosis de Cervantes y Juan de la Cruz.
 

VOLVER A EMPEZAR.

VOLVER A EMPEZAR.

Volver a empezar


Autor: André Fossion
Título: Volver a empezar
Editorial: Sal Terrae
Año: 2005
Pags.:136

La fe como todo en la vida sufre el desgaste y las inclemencias del tiempo. Este libro va dirigido a quienes un día vivieron el ser cristianos como una Buena Noticia…, y el paso de los años, las ocupaciones de la vida, un determinado acontecimiento o la seducción de otros caminos hicieron de esa opción de vida algo incomprensible y obsoleto.


Mientras muchas voces a nuestro alrededor no hacen más que poner sobre la mesa análisis pesimistas sobre la fe en nuestro mundo… hay que agradecer el paso adelante que autores como André Fossion dan con este título tan sugerente: “volver a empezar”. En esta simple frase está recogido el espíritu que inunda todas las páginas del libro. El Dios en el que creemos es un Dios encarnado que nunca abandona lo que crea, sino que trabaja incansablemente por llevarlo a su plenitud. Habrá que devolver a las palabras y realidades en las que se expresa la fe, el significado, sentido y misterio que un día las hicieron idóneas para iluminar esa vida abundante que Dios quiere darnos siempre, y esa es la aportación jugosa de este libro. Pero no partimos de cero, el que nos creo camina por delante de nosotros en esta tarea.

“Lo que es común a todas estas personas, a pesar de su diversidad, es que “retornar” a la fe no significa en absoluto “dar marcha atrás”. Para ellas no se trata de retomar el proceso religioso en el punto donde lo habían dejado después de un tiempo de andar de aquí para allá. Para los que “retornan” se trata, más bien, de ir hacia delante, de asumir toda su historia, con todo lo que ésta conlleva de experiencias, alegrías y tristezas, convicciones y dudas, para volver a creer, pero de otra manera, desde otras bases, con una frescura, una inteligencia y una libertad nuevas…”.

Con los pies en la tierra.

Con los pies en la tierra.

A veces me siento pequeño, insatisfecho, incapaz. Se me escapan los sueños y me puede la realidad cotidiana; el día a día se me queda vacío, o no me llena tanto como querría. No encuentro a Dios, y tampoco a los otros. La soledad muerde. Miro a otras vidas, con añoranza, con nostalgia, ¿con envidia? Y aunque sé que tengo mucho por lo que dar gracias, y que en nombre de quienes están más heridos no debería lamerme las heridas, me siento triste. Y quisiera gritar. Pero sospecho que es parte de la vida.

1. Tierra de Sueños

"Implorad del Señor las lluvias tempranas y tardías, que el Señor envía los relámpagos y los aguaceros, da pan al hombre y hierba al campo” (Zac 10,1).

A veces quiero conseguir tanto… quiero llegar lejos, vivir mucho, sentirlo todo. Quiero amar y ser amado con pasión. Tener días más largos. Reír con estruendo. Conseguir metas, y seguir adelante, con nuevos hitos en el horizonte.

Me veo peregrino, arquitecto, amigo, aventurero, amante, discípulo… Y me siento ligero caminando en esta tierra de deseos, donde la sed se vuelve acicate y estímulo, donde una y mil veces lo vas dando todo. Y habitar a ratos en esta tierra me hace sentir vivo, y encontrar motivos para avanzar.

¿Cuáles son mis sueños?
¿En qué momentos me he visto apasionado?

ORACIÓN

EL ESPEJO DE AGUA

Mi espejo, corriente por las noches,
Se hace arroyo y se aleja de mi cuarto.

Mi espejo, más profundo que el orbe
Donde todos los cisnes se ahogaron.

Es un estanque verde en la muralla
Y en medio duerme tu desnudez anclada.

Sobre sus olas, bajo cielos sonámbulos,
Mis ensueños se alejan como barcos.

De pie en la popa siempre me veréis cantando.
Una rosa secreta se hincha en mi pecho
Y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo

Vicente Huidobro.

2. Tierra de Hábitos.

“ Me pondré de centinela , haré la guardia oteando a ver qué me dice, qué responde a mi reclamación” (Hab2,1).

Luego toca despertar. Saber que, si bien uno debe hollar la tierra de los sueños, también ha de caminar por este otro suelo de lo cotidiano y lo real, donde no todo se siente intensamente ni todo es profundo, apasionante y espectacular. Es este otro terreno hecho de rutinas y dinámicas familiares.

Donde hay menos aventura y más silencio, donde la entrega es callada, donde las gentes (reales) a veces me gustan y otras me enervan –y sospecho que lo mismo dirán de mí. Esta tierra donde hay horas baldías, tardes aburridas, trabajo monótono –que a veces me parece insignificante-, deseos insatisfechos e ilusión aterrizada. Esa tensión, entre el sueño y la realidad, define mucho de mi vida. Y sospecho que así está bien.


¿Cuáles son mis rutinas, mis vivencias grises, mis horas “insignificantes”?
¿Me vence a veces el desánimo?

ORACIÓN.

SI LLOVIERA…

Hasta la boca, hasta los mismos labios,
vertiéndose, derramándose,
como una nube…
¡Dios, cuánta amargura
se junta en ocasiones en el pecho!

Hay que dejarlo atrás:
soñar es sólo un lujo de los privilegiados.
Aquí no hay más que tierra,
tierra. Me sabe a tierra la saliva
y la nariz no aspira sino polvo.
El hombre, aquí, con su problema,
con su carga de tierra en los tirantes…

Si lloviera…
Si lloviera...
El agua,
el agua es lo que importa.
Una tormenta fuerte, grande,
que se llevara este sabor a polvo,
esta tribulación que sale,
sin merecerlo, a veces, por la boca.

El agua…
El agua…
El agua..

¡Si lloviera
podríamos sembrar algo de amor!.

Nicolás del Hierro


 

PARA ORAR: ENCARNACIÓN.

PARA ORAR: ENCARNACIÓN.

A mi medida.
¡Tan débil como yo,
tan pobre y solo!
Tan cansado, Señor, y tan dolido
del dolor de los hombres!
Tan hambriento del querer de tu Padre (Jn 4,34)
y tan sediento, Señor, de que te beban... (Jn 7,37)

Tu, que eres la fuerza y la verdad,
la vida y el camino;
y hablas el lenguaje de todo lo que existe,
de todos lo que somos.

Sacias la sed, la nuestra y la del campo,
sentado junto al pozo de los hombres.
Arrimas tu hombro cansado a mi cansancio
y me alargas la mano cuando la fe vacila
y siento que me hundo.

Tu, que aprendes lo que sabes,
y aprendes a llorar y a reir como nosotros

Tu, Dios, Tu, hombre,
Tu, mujer, Tu, anciano,
Tu, niño y joven,
Tu, siervo voluntario,
siervo último
siervo de todos...
Tu, nuestro.
Tu, nosotros!

Ignacio Iglesias, sj.

CANTO DE NAVIDAD

CANTO DE NAVIDAD

Se acerca la navidad. Más allá de todo lo “navideño” de temporada, vuelve Tu canto.


Los pastores de entonces, los creyentes de hoy, niños y adultos de siempre, recibimos, un año más, la promesa.
Ese grito que desencadena milagros. Ese destello que rasga muros de niebla con una luz infinita. Ese llanto de niño con voz de Dios. Tu palabra, Señor, tú mismo, encarnado en nuestro barro. Ese villancico alegre y definitivo, que sigue cruzando los siglos, para hacernos despertar.


“Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los que ama el Señor”.

“La gloria de Dios es que el hombre viva” (San Ireneo de Lyon)

Tu gloria, Señor, es que mi vida te refleje. Que mi risa hable de un Dios risueño, y mi inquietud de un Dios cercano, preocupado por los suyos.
Tu gloria es la mano que tiendo, y la que acepto, la palabra que me regala aprecio y esperanza, la mirada que adivina posibilidades.
Tu gloria es que se estremezcan mis entrañas porque descubro que el otro es mi hermano. Que sane la herida injusta. Y que el verdugo guarde el arma para siempre.
Tu gloria, Señor, somos nosotros, capaces de incendiar el mundo con tu evangelio.
¿Me doy cuenta de que de alguna manera mi vida puede ser “Gloria” de Dios?

“Qué hermosos sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz”. (Isaías)

Que hay demasiado grito. Que sobran palos, barreras y hambres. Que muchas personas viven en medio de vendavales y de lágrimas.
Paz para quienes ocultan dolores viejos y heridas nuevas. Para quienes lloran fracasos o impotencia. Para quienes caen en los caminos, víctimas de los abismos que devoran sueños y vidas. Paz para quien se estremece por un futuro incierto, y para quien no consigue olvidar. Para quien se siente solo. Para el cautivo, retenido por muros de piedra o de prejuicio. Paz para dar y construir, para regalar y anunciar.
La paz necesaria, que es promesa y deseo.
Tu paz, Señor.¿El evangelio puede ser para mí fuente de paz?
¿Cómo puedo construir la paz en mi mundo, mi entorno, familia, amigos, etc?

“Vosotros sois mis amigos” (Jn)

Quiero amor. Como todos.
Quiero un abrazo, una caricia, una sonrisa, una broma, una conversación profunda, un paseo en silencio o un parloteo intrascendente. Reírme mucho con quien me aprecia. Llorar por todo lo que me desborda, sabiendo que el hombro en que me apoyo es refugio seguro.

Y tú, Señor, me amas así.
Quizás no es tan fácil sentirte. No es físico ni inmediato. Es la tuya una presencia diferente. Pero me quieres con locura, sin condiciones, en la flaqueza y la fortaleza. Y a cada hombre y mujer, niño, joven y anciano…
No hay desamados para ti. No estamos solos.
¿Me creo eso de que Dios me ama?