Capellanes tras las rejas.
«La primera impresión que tuve fue terrible. Era como en las películas, pero en peor...» |
Un centenar largo de sacerdotes trabajan en las cárceles españolas atendiendo a los internos «Somos los buenos de la película», afirma Carlos Fernández Hermida, capellán de Alcalá-Meco. Mano izquierda, fortaleza, no dejarse sorprender por nada... y comprensión son algunas de las virtudes de los cerca de 150 capellanes de prisiones que trabajan en los más de ochenta centros penitenciarios españoles. La mayor parte han participado en las recientes XII Jornadas Nacionales de Capellanes de Prisiones, organizadas por el Departamento de: visitar a los presos. Una obra cuyo ejercicio en este año permite a los fieles ganar el Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal. Una ocasión para intercambiar experiencias y puntos de vista sobre una tarea que es, en sí misma, una de las obras de misericordia jubileo. Junto a los capellanes, el otro pilar de la pastoral penitenciaria son los voluntarios: casi tres mil trabajan en las cárceles españolas. Esta primavera han celebrado su primer encuentro nacional. «A poca sensibilidad que tengas, estar en esta cárcel resulta agobiante», señala Carlos Fernández Hermida. Trabaja en la cárcel de máxima seguridad Madrid-2, en Alcalá-Meco. Un centro de puro hormigón armado, con techos bajos y largos pasillos. «La primera impresión que tuve fue terrible. Era como en las películas, pero en peor: oía como se iban cerrando detrás de mí las puertas de hierro y cristal con cierre electrónico. Había que pasar un control (rastrillo se llama) tras otro, con el mismo sonido frío y sobrecogedor de puertas que se cierran». El Evangelio de San Mateo recoge las palabras de Cristo donde dice aquello de «estaba en la cárcel y vinisteis a verme» y añade: «os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños conmigo lo hicisteis». El capellán de Meco asegura haber descubierto por qué lo dijo: «Nuestra labor es absolutamente evangélica. Da un sentido de fe profundo». Casi todos los capellanes de prisiones se dedican voluntariamente a esta labor. Buena parte son sacerdotes diocesanos, otros muchos, religiosos, trinitarios y mercedarios principalmente. Por el Acuerdo entre el Estado y la Santa Sede de 1979, el antiguo cuerpo de capellanes (funcionarios civiles del Estado) se declaraba como «cuerpo a extinguir» y las diócesis asumen la atención religiosa católica en las prisiones. DEDICACI"N ABSORBENTE Estos capellanes también celebran congresos internacionales. El pasado mes de septiembre, en Ciudad de México se congregaron delegados de 55 países. La mayoría tienen otro encargo pastoral. «No es bueno estar en la cárcel el cien por cien del tiempo. Si no, te puedes obsesionar. Sales como si te hubiesen chupado por dentro. Te absorbe mucho», afirma Fernández Hermida. Cuatro capellanes, a media jornada, se reparten la tarea en Alcalá-Meco para 800 internos, entre preventivos y en cumplimiento de condena. Aunque suene a tópico, la mayoría de los presos son pobres, muchos, casi analfabetos, y suelen proceder de familias desarraigadas. La inmensa mayoría tienen problemas con la droga. un paño de lágrimas «Los capellanes son muy conocidos por los internos, la dirección y los funcionarios. Somos los buenos de la peli. De hecho, noto aquí hay más acogida a nuestra labor que fuera. Aparte de la labor espiritual, valoran nuestro trabajo social», dice el capellán. «El sacerdote es el nexo con el exterior, con él todo el mundo se sincera, es el mediador válido, no va a sacar nada de allí», apunta Alex, funcionario de la prisión de Valdemoro. Si la labor social del capellán es importante, lo fundamental es la espiritual: cerca de un 30% de los presos reclaman específicamente atención religiosa. En Meco, como centro de máxima seguridad, los presos están en módulos de 50 y 100 personas, con problemas de hacinamiento. En tales condiciones lo organizativo es difícil. Lo que hacen los capellanes es sacar del módulo a los presos y hablar con ellos. «Se te va el tiempo que no veas». «Somos su paño de lágrimas y el recurso para tratar temas», afirma Carlos Fernández. Habitualmente la conversación entre los presos es muy limitada. Sus temas se reducen a dinero, droga y mujeres. Para asuntos más trascendentes (dolor por un mal cometido, preocupación por la familia...) recurren al sacerdote: «Ante sus compañeros no pueden dar muestras de debilidad». Manifiestan sus sentimientos y denotan carencia de afectividad y cariño. «Es gente a quien la vida le ha tratado muy duro. Por traer un kilo de droga, a un colombiano le pueden caer nueve años. Muchas veces los amigos se olvidan de ti cuando estás fuera, imagínate cuando estás dentro», comenta Alex. Para este funcionario de Valdemoro, «tal vez se echa en falta una mayor publicidad de la confesión». «La gente estaría dispuesta a confesarse. Quiere pedir perdón. Se ve en las Misas, cuando piden perdón en público y dicen: ‘me arrepiento por ser infiel a mi mujer’ o cosas así». Algunos delincuentes habituales ni siquiera tienen arrepentimiento, porque carecen de conciencia de haber actuado mal. No sucede así entre los ocasionales. «He visto, por ejemplo –comenta el capellán de Meco–, a un hombre que mató a su familia en un momento de obcecación. Le cayeron muchos años. Estaba tan profundamente arrepentido que casi ni se atrevía a mirar a la cara». La asociación Marillac introdujo en 1995 en la cárcel de Soto del Real un «curso del perdón». Decía uno de sus responsables: «La idea es aprender a perdonarnos a nosotros mismos y después a los demás». CONFESARSE EN LA CÁRCEL Son pocos los reclusos que se confiesan, pero hay casos de internos que acuden a la reconciliación con Dios después de largos años. En la cárcel sucede como en las zonas marginales: «Para la confesión se exige un mínimo de formación y muchos no tienen ninguna», sostiene Carlos Fernández. Otras veces faltan condiciones. En el magazine del portal de internet Ya.com aparecía el testimonio de un interno de Madrid-2, Mario: «Es muy difícil confesarse aquí, porque no tenemos capilla, confesonario o algo parecido. Si improvisas un lugar para hacerlo, como podría ser la esquina del pasillo, es muy posible que todos te escuchen. Por eso somos muy reacios». Aunque está relativamente bien dotada, los constructores de la prisión de Meco no pensaron en una capilla. Y la situación se mantiene. «Tenemos derecho a una sala multiconfesional, que hay en otros centros. Lo hemos reclamado pero sin resultado de momento. Celebramos en un pasillo», se queja el capellán. A la Misa semanal «antes venían muchos más, pero no siempre por motivos espirituales: era una ocasión para salir del módulo. Estamos consiguiendo que el que viene, viene. Ya no se ponen con la lata de cocacola, o con los cascos, ni fuman...». La Misa está adaptada al público: muy participada, intentando involucrar a la gente. En Valdemoro y Carabanchel (donde Alex trabajó anteriormente), «la asistencia a Misa es superior que en la calle, porque los curas son ‘agresivos’, es decir, que van a por la gente. Si están quietos no se comen un rosco. También es porque hay pocas alternativas, no cabe duda». La Eucaristía en la cárcel es larga, moviendo al sentimiento con muchas canciones, un poco como en las celebraciones para niños. Las homilías son dialogadas, con preguntas y respuestas, pero explicando el Evangelio. En los tiempos de Adviento y Cuaresma hay celebraciones penitenciales. Otro tipo de actos religiosos en las cárceles son los vía crucis (en Meco se hace uno durante la Cuaresma y Semana Santa) o el rosario. Alex sabe que en Valdemoro un grupo de presos se reúnen para rezarlo. BODAS, NO; UNCI"N, SÍ «En la cárcel reciben más formación que en los ambientes marginales de donde proceden», señala Alex. Y es que en los centros penitenciarios suele haber grupos de catequesis. En se reúnen toda una tarde (los miércoles), en actividades de formación religiosa. Lo que, como práctica general, no celebra la capellanía de Alcalá-Meco son bodas. La razón es que los internos carecen de libertad y «no pueden discernir adecuadamente». Es frecuente, sin embargo, la administración de la unción de enfermos. Hay muchísimos casos de sida y, de entre ellos, algunos mueren. Cada vez que fallece un recluso se celebra un funeral por su alma. En ocasiones, los propios internos piden una Misa por un conocido o familiar. Sobre todo los gitanos. En estas ocasiones se guarda especial respeto y devoción: los gitanos asisten con gran piedad, «y allí no chista nadie», hace notar Carlos Fernández. AYUDA EXTERNA Junto a los capellanes, los voluntarios «hacen lo mismo que nosotros, excepto, lógicamente, administrar sacramentos», comenta el capellán de Meco. Muchos voluntarios son chicas, que se saben hacer respetar en ese ambiente. Una de ellas, Sonia Barreda, veterana ya en estas lides a pesar de tener sólo 29 años, señala: «Mi labor es el acompañamiento en la Eucaristía, estar con ellos, darles humanidad, llegar al corazón de la persona». «Muchas veces es una ayuda psicológica, y a veces también material (mandar una carta, traer un paquete...)». En cualquier caso, advierte Carlos Fernández, aquí «no basta tener buena voluntad. Hay que ser fuerte». El voluntariado se articula principalmente a través de la Pastoral Penitenciaria. Para el P. Sesma, director de este departamento en la Conferencia Episcopal, «se observa una progresiva sensibilización y preocupación pastoral de las parroquias por sus feligreses encarcelados: aunque lento todavía, se trata de un proceso real y creciente». De hecho, las 68 diócesis de España (tengan o no centros penitenciarios en su demarcación) van creando delegaciones para esta pastoral. Prueba del interés que suscita es que, dentro de las acciones socio-caritativas de las diócesis españolas con motivo del Gran Jubileo, buena parte se refieren a este campo: crear casas de acogida para presos (diócesis de Lérida, Albacete, Calahorra, Mallorca, Tuy-Vigo, entre otras), celebrar un jubileo de reclusos en la cárcel (Ávila, Tenerife, Cáceres, Sevilla, Huesca...), petición de medidas de gracia para los presos (Málaga, Alcalá, Castellón, etc.). En este sentido, también cabe subrayar la atención por parte de los obispos. En Madrid, por ejemplo, los vicarios diocesanos visitan a los reclusos como mínimo una vez al año (por Navidad o por la Merced). También el Cardenal celebró Misa en Soto del Real el pasado 29 de diciembre. Trabajan también con los presos diversas ONGs no religiosas. Sin embargo, casi todas tienen un origen católico, como Horizontes Abiertos, del P. Garralda, Punto Omega, del P. Jiménez Frisuelos, o Marillac. Parte destacada de la tarea de los voluntarios (y, en particular, monjas) es atender los pisos de acogida. Se montaron para los reclusos que gozan de régimen abierto y permiso para el fin de semana, pero no tenían a dónde ir. Los 159 pisos dependientes de Pastoral Penitenciaria que hay en España facilitan, sobre todo a los extranjeros y a los desarraigados, un lugar donde poder cobijarse cuando salen. MÁS QUE CAT"LICOS Por convenio, la asistencia religiosa católica está asegurada –y se presta– en los 81 centros penitenciarios que hay en España. Pero también hay otros cultos. Por ejemplo, en Valdemoro los musulmanes –hay muchos, sobre todo nigerianos y magrebíes– se reúnen en la escuela a hacer un rato de oración. Los gitanos reciben la visita de un pastor evangélico, y asisten al culto. Mantienen muy buenas relaciones con el capellán católico. PRESOS Y PRESOS En una prisión se juntan violadores, con traficantes de droga, terroristas o estafadores. «Tratamos a todos y acuden por igual –comenta Fernández–. No sé el delito ni lo pregunto (después, cuando hay confianza, lo dicen). Separo siempre la persona del delito. No soy juez. Ese recluso es un feligrés mío. Yo trato de actuar como lo haría Cristo». Mientras los «yonkis» no demandan más que «dame un cigarro», con los terroristas, por ejemplo, hay más trato. «Me recibieron de uñas», recuerda el capellán de Meco. Le veían como un elemento más del sistema. Poco a poco se ganó su confianza. «Jugamos al mus, hablamos. La conversación religiosa es difícil, porque la mayoría son agnósticos. Demandan la presencia del sacerdote posiblemente como una válvula de escape». Madrid-2 ha alojado recientemente buena parte de reclusos ilustres, entre banqueros, ex-altos cargos socialistas y otros. «Intento ayudarles tam bién. Con ellos, el trato es muy correcto». Uno, muy conocido, «dijo que mi tarea era el ‘crisol de la vocación’», cuenta Carlos Fernández. «El capellán está muy bien visto porque no tiene mentalidad de funcionario, se interesa por resolver los problemas», asegura Alex. Sus relaciones con la capellanía son de entendimiento. Se intercambian información que pueda beneficiar a los presos. «Los presos tienen derecho a una sola llamada de teléfono, pero él, por ejemplo nos pide que dejemos a alguno hacer alguna llamada más. Por nuestra parte, le decimos: este se peleó ayer con otro. Dígale algo». En ocasiones los capellanes intervienen para que aíslen a algún preso amenazado por sus compañeros. «Esto es bastante normal en los casos de violadores o de reyertas», comenta en Ya.com Moncho, capellán también de Alcalá-Meco. la dura realidad La realidad dentro de la cárcel es diferente a como la pintan. «No se pegan la gran vida, ni es un chollo. La gente se cree que es jauja. Cuando alguien dice: «¿A éste sólo le han condenado a cinco años?», no sabe lo que dice. Un solo año ya es horrible. En la cárcel, el preso no es una persona completa, porque le falta una dimensión fundamental, la libertad», asegura Fernández Hermida. Sus palabras recuerdan al discurso que pronunció Juan Pablo II ante el impresionante Retén de Catia, durante su viaje a Venezuela en 1996. Allí hizo una llamada a que el sistema carcelario «sea siempre respetuoso de la condición del hombre, […] que se favorezca la reeducación y formación de los detenidos y no se consientan nunca vejaciones ni tratos inhumanos». PASTORAL PENITENCIARIA Número de centros penitenciarios en España 81 Centros penitenciarios con Capellanía 81 Capellanes de prisiones 138 Voluntarios1 de la Pastoral Penitenciaria 2.847 — Dentro de los Centros 1.848 — Fuera de los Centros 999 Centros de acogida 159 — Permisos/libertad 75 — Toxicomanías 49 — Enfermos de SIDA 35 Instituciones que colaboran en la P. Penitenciaria 853 — Secretariados Diocesanos 44 — Parroquias 303 — Comunidades religiosas 112 — Cáritas diocesanas y parroquiales 74 — Movimientos apostólicos 52 — Asociaciones religiosas 151 — Asociaciones civiles 117 1 Este número de voluntarios corresponde solamente a los que están integrados en las Capellanías de las prisiones; no incluyen los pertenecientes a ONG’s o asociaciones que actúan dentro de las prisiones. |
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