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BLOG DEL LAICADO TRINITARIO DE VALDEPEÑAS

Reflexión para el Tema de la Oración de los Viernes. La Cuaresma es tiempo de Reconciliación

Reflexión para el Tema de la Oración de los Viernes. La Cuaresma es tiempo de Reconciliación Reflexión para el tema de la Oración: “Si aceptas perdonarte, perdonarás”. 

Perdón y reconciliación se complementan. Y sin embargo tienen distinto significado. En su origen griego la palabra “perdón” significa despedir, dejar libre, absolver. La palabra latina dimitiere significa lo mismo. El perdón se relaciona siempre con una culpa con el significado activo de cancelar, liberarse, arrojar de sí y deshacerse de algo. Reconciliciación significa calmar, apaciguar, atraer las voluntades opuestas, restablecer la armonía y concordia. Es decir, reconciliar es como un paquete de intentos por acercar unos a otros. Por la conversión y diálogo se llega al acercamiento entre socios, que pueden allanar desavenencias y crear paz. Entonces se llega a la más intensa cercanía del beso, sello de acuerdo entre varios. Pero en la reconciliación no sólo se acercan los hombres unos a otros sino también a Dios. Todo hombre puede reconciliarse consigo mismo y darse un beso de paz. La palabra latina reconciliare significa restablecer, reunificar, facilitar un nuevo acercamiento. Se refiere, por tanto, principalmente a la nueva comunión de los hombres entre sí y con Dios. No hay reconciliación sin perdón y el perdón tiene como finalidad la comunidad de vida reconciliada.

 

En la Biblia.

 

El Dios perdonador.

 

Aunque parezca mentira, ya el Dios del Antiguo Testamento es esencialmente un Dios perdonador. El hombre recae fácilmente en el pecado, traspasa los límites de los preceptos divinos y se pierde en la maraña de su propio mundo.

Donde se ve claramente esta faceta de Dios en el pueblo judío, pues él tiene en su historia repetidas experiencias de alejamiento de Dios y de inclinación ante los ídolos. Los salmos describen la historia de Israel como una constante de alejamiento e infidelidad de Dios. Acaba de intervenir Dios para remediar con estupendos prodigios las necesidades del pueblo en el desierto, y el pueblo se rebela otra vez como un niño caprichoso que quiere siempre más. Y vuelve las espaldas al Dios que le salva. Moisés reconoce la tozudez y dureza de cerviz de ese pueblo. Pero se dirige una vez más en oración confiada a Dios que les ha revelado su perdón (Ex. 34, 6-7).

Jesús no sólo anunció a los hombres el perdón de su Padre sino que él mismo perdonó con el poder de Dios. Jesús confirma su plenitud de poderes para perdonar pecados cuando cura al paralítico. El perdón de los pecados y la enfermedad tienen interrelación. En este caso el evangelista Mateo ve frecuentemente en la enfermedad una consecuencia del pecado. Para él no basta curar los síntomas de la enfermedad. Es necesario también perdonar el pecado, que está en la base de esa enfermedad, para que el enfermo recupere verdaderamente la salud y pueda reincorporarse a la vida diaria.

Es imposible orar como Jesús nos enseñó sin una sincera disposición de perdonarnos mutuamente las ofensas.

Tenemos que reconciliarnos, como dice Pablo, primero de nuestros pensamientos, tiene que haber una reconciliación previa de nuestros pensamientos si queremos perdonar a los demás. Debemos examinarnos sinceramente  para ver si conservamos algún tipo de rencor. Con resentimientos en el corazón es imposible orar. Sólo después de habernos liberado de  sentimientos negativos del rencor es cuando podemos intentar, en la medida de lo posible, acercarnos a aquellos con los que estamos en conflicto.

Después, tengo que reconciliarme con mi enemigo de dentro, con el enemigo interior. Mientras estoy de camino siempre me acompaña mi sombra, lo negativo que llevo, mi enemigo interior. Pueden ser mis faltas, mis debilidades, mis tendencias reprimidas, mis necesidades insatisfechas. Con todo esto tengo que reconciliarme cuando estoy yo de camino.

  

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