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BLOG DEL LAICADO TRINITARIO DE VALDEPEÑAS

3 de JUNIO: DÍA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.

3 de JUNIO: DÍA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.

 

¡¡¡ BENDITA SEA LA SANTISIMA TRINIDAD !!!

Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.

Gloria a Dios Rey de los siglos y Rey de la eternidad.

Luz de Luz, la fe te implora.

Dios de Dios, mi amor te adora.

Bendito seas, Dios Santo, Dios Fuerte, Dios Inmortal

 

 

PINCHA AQUÍ PARA OIR EL HIMNO A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

 

 

Reflexión en el día de la Santísima Trinidad:

 

Realizada por el P. Domingo Reyes.

" Vivimos en una época de grandes confusiones ideológicas. En el mundo de la política, todos ensalzan los valores democráticos y el respeto a los derechos humanos, pero en muchas naciones  no existe la libertad, y tales derechos son pisoteados; en el mundo de la ética, la valoración de la vida humana alcanza cotas inigualables hasta ahora desconocidas en la historia humana, pero este valor queda sustancialmente cuestionado cuando, por razones falsamente humanitarias, esa misma vida no ha cumplido unos plazos temporales de existencia fijados por una norma fabricada por el gobernante de turno; también en la concepción  cristiana de la vida, se ha ido afianzando una especie de fe a la carta, desconocida en el evangelio, que se presenta como cristiana al margen de la  comunión eclesial. Por eso, creo que, hoy, más que nunca, la proclamación de la fe cristiana como fe trinitaria es una necesidad ineludible. Descubrir su identidad y tomar conciencia de sus exigencias es la tarea común del auténtico creyente y la finalidad de esta breve reflexión.

 

            Dios Padre. Nuestro sentido de la realidad nos sitúa, siguiendo a S. Juan 1, 18, en la constatación ineludible de que a Dios nadie le ha visto jamás, pero esto no significa no tener noticias de Dios, como reza el título de cierta película, pues también con Juan mostramos, desde lo más profundo de nuestro ser, la certeza de que Jesús, el Hijo único, que está en el seno del Padre, se ha constituido en la gran y auténtica noticia de Dios.  Jesús nos revela la gran realidad de nuestro Dios Padre como el Dios del Amor, (1Jn.4;4,16) el Dios cercano, sensible, delicado, compasivo y misericordioso. ¡No podemos perder de vista esta gran y consoladora realidad, si no desvariamos! ¡Nuestra fe es pues, una fe en Dios Padre, definido como el Dios del Amor!

 

            Dios Hijo. El Dios que confesamos como Hijo, segunda persona de la Santísima Trinidad, se hace hombre, carne, naturaleza humana, en un tal Jesús de Nazareth, perteneciente al pueblo judío de hace dos mil años. En Jesús se hace carne el amor entrañable del Padre, la sensibilidad hacia el pobre, la ternura inconmensurable de Dios para con ser humano. Su vida y sus palabras así lo atestiguan. Pero si todo es admirable en Jesús, existen tres  momentos claves en su existencia  de importancia decisiva para la fe del cristiano: la Institución de la Eucaristía, su Muerte, y su Resurrección. Por eso el cristiano, para descubrir su identidad, debe reflexionar seriamente sobre estos decisivos momentos de la vida de Jesús.

 

Jesús funda la Iglesia, o sea, se rodea de unas cuantas personas que creen en Él. Con esta naciente Iglesia celebra e instituye la Eucaristía; en la Iglesia invita una y otra vez a la cena eucarística, pues con ella se compromete a permanecer para siempre con cada uno de nosotros hasta que venga de nuevo; por ella establece una nueva Alianza de comunión mediante el derramamiento de su sangre. Por eso el cristiano se define ante todo y sobre todo como persona eucarística.  Por eso el cristiano como dice Juan Pablo II en su reciente encíclica, Ecclesia de Eucaristía, ¡el cristiano tiene que recuperar su capacidad de asombro ante la misma!  En la Eucaristía recordamos y vivimos su Muerte y Resurrección.

 

            Dios Espíritu Santo. Las imágenes que le representan son luz, fuerza, sabiduría.... Conocer nuestra identidad cristiana exigen invocar frecuentemente al Espíritu, lo cual nos conduce a ser sus testigos. Pero pretender ser testigos de Jesús hoy, conlleva la súplica para que esta fuerza divina tome posesión de cada uno; sentirse Iglesia, vibrar con la Iglesia, sufrir y gozar con ella es consecuencia de la oración al Espíritu. No es posible la vida comprometida de figuras espirituales al estilo de Teresa de Calcuta ni cristianos que vivan la dimensión mística de Teresa de Jesús, ni creyentes con las ansias liberadoras de Juan de Mata  sin la posesión del Espíritu. No es posible vivir las señas de identidad cristiana encarnado en el compromiso incómodo, doloroso y heroico sin la savia vital que brota de las entrañas mismas de la divinidad.

 

            Estas características propias de la fe cristiana se completan con la dimensión mariana, pues María es por excelencia, en palabras del Papa, la mujer eucarística. El cristiano sin María no encuentra a Jesús y sin Jesús no tiene sentido María. La lógica de la espiritualidad cristiana y trinitaria encuentra su consistencia en el amor tierno y profundo hacia Aquella  mujer que supo entonar como nadie en su vida la dimensión misericordiosa del Magnificat.

 

            La identidad cristiana se presenta pues, con connotaciones intensamente trinitarias, imprescindiblemente mariana y eclesial, ineludiblemente sacramental, y lógicamente liberadora. Es nuestra fe trinitaria. La que profesamos frecuentemente en la Eucaristía. La que nos identifica como cristianos, las que hay que vivir y testimoniar en este nuestro mundo de hoy tan conflictivo y contradictorio."

Oración a la Santísima Trinidad de Juan Pablo II.

 

Alabanza a la Santísima Trinidad.

 

 

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